viernes, 5 de octubre de 2018

El grito

     Es una madrugada en la que la Luna cobija secretos y el viento silba acurrucado en las montañas.  Mis seis hermanos descansan regados por toda la sala y aún no se levantan. Humea la taza de café y sorbo un trago.

   Desde la ventana visibilizo las montañas que con orgullo ondean su libertad entre la niebla. Parsimonioso, camino alrededor del salón, los observo y, en la mudez, les doy las gracias por creer en lo que hacemos…; ellos lo han abandonado todo por un sueño. Como un cuadro al oleo veo a la dulce Andreína acurrucada entre los cálidos brazos de su amor y, con una sonrisa, noto su vientre en el que por ahora vive el futuro.

     Ya se abrió la mañana y con la claridad pudimos observar en la lejanía, a través del empinado y angosto camino de tierra, a centenares de hombres vestidos de uniforme que se venían para encima levantando el polvo.

     Nadie fue desobediente, nadie salió a las calles, por más que grité, por más que gritamos, por más grito que hubo, por más que le pedimos a Dios que los despertará de ese letargo.  

     A unas horas de haberse despertado el grupo, las sólidas paredes de ladrillos ya estaban llenas de orificios y aún seguía salpicando el friso por doquier y vibrando las ventanas que fotografiaban los agazapados movimientos de los árboles heridos.

  Transcurría la mañana, los que creían en nosotros, los indiferentes y los que no creían permanecieron haciendo lo mismo de todos los días: comprar la caridad, aferrarse a la esperanza, permanecer  en la fila de la humillación, subsistir detrás de sus tableros, seguir con los brazos cruzados, esconder el miedo en un teléfono, bloquear el “¡sí se puede!” de su mente.

     Todos los buenos de afuera le corrían a la historia, a pesar de estar del lado correcto de Dios. Yo no era nadie para culparlos, todos querían estar vivos, nadie quería estar bajo tierra, preferían estar vivos, no importa cómo, pero vivos.

     En una alternancia de tiempos una onda expansiva me creó confusión. Entre voces y ruidos me vi tirado boca arriba en el suelo, el piso vibraba y el techo, a dos aguas, ya no existía. Aturdido, en mis órbitas resaltan entre los escombros una motocicleta, ollas regadas a lo largo del suelo y uno de mis hermanos yace tendido a mi lado. Escucho los quejidos de Andreína y pienso en el llanto de su bebé que no saldrá de ese vientre para conocer el Sol, la Luna y la Libertad.

     Entre los nubarrones del pensamiento me aferré a mis tres estrellas, esas que me hacían risueño, esas a las que até mis cordones de lucha… y me dejé llevar con ellas a cantarles una canción y colmarlos de amor y mientras exhalaba mi último aliento…  el centinela, que había pernoctado con la Luna, con su fría mirada estaba dispuesto a entregar su trofeo; me acercó a la frente el gélido metal y en un chasquido me fui…



El 15 de enero de 2018, Óscar Pérez, junto con otros seis compañeros de lucha, fueron ejecutados por cuerpos de seguridad del Estado venezolano, 
pese a su voluntad expresa de rendición.

Abraham Lugo Ramos
Jairo Lugo Ramos 
Abraham Israel Agostini
José Alejandro Díaz Pimentel
Daniel Soto Torres
Lisbeth Andreína Ramírez Montilla




Minutos antes de ser ejecutado estas fueron sus palabras:

"Le quiero pedir a Venezuela que no desfallezca, que luchen, que salgan a las calles. 
Ya es hora de que seamos libres y solo ustedes tienen el poder ahora. 
Los amo con toda el alma, con todo el corazón".

Gracias a "Venezuela Hasta Los Tuétanos. Bajo La Lupa N° 27"
por hacer un audio de este escrito.


Ficción Histórica
Las imágenes usadas en esta entrada fueron tomadas de la web.


miércoles, 4 de abril de 2018

Operación Gedeón


Amanecía en el gorjear de la montaña.
El verde era testigo de lo que vendría.
El cielo se vestía con el olor a traición.
Mis retoños dormían en las alas de la inocencia.
Mi mujer velaba mi esperanza
y mi ma se cobijaba en la bondad.


Toda la vida atiborré mis maletas de fe.
Nunca codicié estar en la senda del héroe,
pero la convicción de vida me tocó la puerta
y la providencia me presentó la esperanza.


Comenzó a sentirse el ruido
por el paso angosto y empinado,
metal y botas corrían por el premio.
El polvo de los caminos llegaría al cielo,
avisaría el expirar de la vida
y prometí no llorar porque ellos no lo valían.


Vino el desigual combate.
Ninguna lucha es ventajosa o pareja
cuando se trata de la libertad.
Rendirse no era de cobardes;
era de aferrarse a la vida para continuar,
pero el mayor bastardo no lo permitiría.




Miré un araguaney a la distancia
y glorifiqué dentro de mí
todo lo que significa la libertad:


Somos nacionalistas, idealistas
que juramos ante Dios defender la vida.
Estamos infectados de democracia;
somos unos patriotas que soñamos
cambiar el rumbo de la vida, pero…
vino el combate y nos agarró en la huída.




El 15 de enero de 2018, Óscar Pérez, junto con otros seis compañeros de lucha, fueron ejecutados por cuerpos de seguridad del Estado venezolano, pese a su voluntad expresa de rendición.

Minutos antes de ser ejecutado estas fueron sus palabras: 

"Dios es nuestro escudo. Nosotros somos su espada pero la verdadera espada es todo el pueblo unido".


 Todas las imágenes usadas en esta entrada fueron tomadas de la web

domingo, 18 de marzo de 2018

Guerrero poderoso

La vida me brinda un umbral de recuerdos;
todos tenemos los días contados…
tal vez alguien nos perpetúe un minuto
o nos haga olvido en un segundo de respiro.


Risueño como un niño bajo el vasto cielo azul,
en un silbido del alma sobrevolé las nubes
luego de un combate de mi corazón con el mío.

Solo cargué con mi espada y…
me abrigué en la tela de la redención.
Volé como un gavilán corredor de sabanas
y pude reconocer en la ciudad, que un día fue viva,
que ya no latía, y el Sol y la Luna; ya no reían.


Mi corazón se agitaba en la turbulencia
y la brisa de mis hijos se hundía en mi carne.
Miré abajo y noté los comederos en el concreto,
y en mi pecho un río crecido abrazó la tempestad
y entonces
reventó la templanza como una soga de dolor.


Partí a la cita para no encontrar la duda.
En el oleaje del viento y la esperanza pasajera
tuve que escribirle en mi pecho a esa mujer morena
que le ofrecía mi vida entre flores de cayenas
si me dejaba encontrar nacientes en ese estero.


Techos abajo fecundan un abismo 
antojo del Carnicero…
vil que esconde su sombra detrás de la madrugada,
toca melodías de amenazador tableteo
que a todos asusta.
Pues el Carnicero duerme
sobre las esquelas mortuorias.


Yo amo tanto a esa morena, que a plena tarde…
le bajaría una estrella y le haría sombra con la Luna,
y en un rocío de luz le inventaría caricias de amor.
Y entre caracolas de violines,
los que marchamos allá abajo…
no importa la frontera si es adentro o afuera
no dejaríamos un segundo de soñar con ella.




El 27 de junio de 2017, Óscar Pérez, Inspector del CICPC, miembro de la Brigada de Acciones Especiales (BAE) y Jefe de Operaciones Aéreas, sobrevoló las instalaciones del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, acogiéndose al artículo 350 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

Artículo 350: El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos.



Todas las imágenes usadas en esta entrada fueron tomadas de la web

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