domingo, 16 de abril de 2017

Tiza en la calzada


El centro de la capital es la selva de concreto.
Hoy emergí de mi casa, sin temores
porque me colgué en el pecho la esperanza. 
Esta tarde,todos mis sueños quedan sembrados
en aquel recinto universitario…


Partí a buscar mis derechos,
fui a perseguir mi futuro…,
pero encontré el impacto del metal
que derribaría mis ilusiones de joven
y sin poder avisarle a mi desconocido amigo
que huyera pues venían por él…
por ser culpable de mirar a los ojos del asesino.



A pleno atardecer…
ellos se ocultaban detrás de aquellas paredes
pintadas de rayas amarillas y negras…
Eran zamuros de picos letales,
eran entes que no investían el alma con amor.


Era un recreo de piedras y palabras
como todos los juegos de los libros.
Corríamos para atrás y para adelante,
nuestra inocencia nació en la libertad
donde no debía existir la crueldad.

Hubo una algarabía y ¡pum…!
Escuché un lamento a lo lejos: “Le dieron a uno…”.
Caí con mi franela negra en mi propio funeral
y besé en esa calzada los pasos de miles.
En la calle gorgoteó el rojo, y remoto…
mis padres abrazarán hogueras con su dolor.
Y yo, en la muerte, le pedía a Dios…
perdón por ser tan joven y no entender
el mundo de los grandes.


 
Veo a mis compañeros palparme con angustia.
Yo ya no siento nada, pero ellos se exasperan
porque ya no correré a su lado…
en ese juego de ser libre.








Todas las imágenes usadas en esta entrada fueron tomadas de la web



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