viernes, 2 de noviembre de 2012

Amor imposible

Déjame un beso, Eloísa; seré Abelardo, el amante…
Déjame ser tu espada, ese filo que atraviesa la injusticia.
Déjame ser tu siervo pues eres la emperatriz de mi corazón.
Déjame tomar tu inocencia como el hombro se la hurta al águila.
Déjame palpar tus pechos, esa ubre que en la maduración genera la vida.
Déjame correr tras tu aliento, ese vapor que baña en cura mis heridas.
Déjame volar en tus brazos, esos que como remos abarcaron mi dicha.
Déjame renunciar a ti pues el eterno tiempo te reclama en vida.
Déjame gritar tu nombre, que cabalgue mi eco a tu monte.
Déjame que te hable con las palabras que inventé desde que eres hábito.
Déjame ir hasta ti, tal vez así mi existencia tenga sentido.
Déjame que te recuerde, así  el cofre de los afectos no se sienta tan solitario.
Déjame inundar tu vida con la savia que brota de mi desesperada concha.
Déjame amarte con el puro amor que germina de un niño.
Déjame raptarte así la ciega venganza me apoque.
Déjame ser tus lágrimas, esas que descalzas corren por tu suave piel.
Déjame descansar contigo en los jardines del eviterno beso.


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